Autoexigencia

¿Cuándo ser demasiado autoexigente es un problema?

A priori, la autoexigencia podría parecernos una cualidad deseable para cualquiera de nosotros, ya que suponemos que nos acercará a conseguir nuestros objetivos en la vida y a sentirnos satisfechos con nuestras propias acciones. No obstante, no siempre la autoexigencia es adaptativa y podrá convertirse en un problema incluso para algunos.

En este punto, hablamos de una persona autoexigente en cuanto a que no es capaz de aceptar que no puede llevar a cabo muchas cosas de las que se ha propuesto y quiere dar siempre lo mejor de sí misma, sin permitirse cometer un error. En ocasiones, no tiene en cuenta sus propios límites y ve la realidad como “todo o nada” desde un punto de vista extremadamente perfeccionista.

La emoción que predomina en estos casos es la presión. Seguro que se nos viene a la cabeza alguna persona con alta autoexigencia cuyo discurso tiene mucho que ver con

todo lo que tiene que hacer y el poco tiempo del que dispone para llevarlo a cabo”. Esto lleva al agotamiento, aunque no sea visible en la persona; ya que no se permite disfrutar o descansar por la “pérdida de tiempo” que esto supone para ella. Además, las personas demasiado autoexigentes son muy rígidas y se anclan en el “debería de”, “tendría que”.

Señales de que existe un problema de autoexigencia:

  • Ser muy duro con uno mismo, hablarse con lenguaje peyorativo

  • Autocríticas más negativas que constructivas

  • Se señalan solamente los errores, poniendo en duda todas nuestras capacidades por una equivocación o fracaso puntual

  • Se perciben los retos como obligaciones, exagerando su importancia real

  • Falta de autoconocimiento sobre los propios límites

  • Incapacidad de delegar en otros, querer hacerlo todo uno mismo

  • Temor extremo al fracaso

Cuando la autoexigencia se vuelve un problema podemos decir que es como “un mal jefe”: nos oprime, nos genera angustia, nos produce estrés. Por tanto, debemos preguntarnos: “¿cómo es nuestro jefe?”. “¿Es autoritario?” “¿Es agresivo?” (todo ello en función de cómo nos hablemos a nosotros mismos). O, en cambio, es un buen líder, señala los errores de forma constructiva, sabe motivar, habla desde el respeto, valora los éxitos, etc.

Proponemos un ejercicio para el lector dirigido a cambiar los “deberías” y los “tener que”. Coge papel y lápiz, realiza tres columnas cuyos títulos sean: “tengo que…”, “quiero que…” y “necesito que…”. A continuación, rellena la primera columna con aquellas autoafirmaciones que sueles hacerte al día sobre las cosas que crees tener la obligación de hacer.

De esas cosas escritas que tienes que hacer, habrá cosas que quieras hacer y otras que no. No siempre te dará tiempo a hacer todo lo que tienes que hacer, pero la segunda columna te dará pie a priorizar lo que quieres hacer y desechar presiones innecesarias.

Aquí llega el tercer paso: ¿todo lo que quieres hacer es lo que necesitas hacer? Pregúntate si todos esos “tengo que…” no existieran, qué estarías haciendo realmente de todas esas acciones. El fin que queremos perseguir con esto es quedarnos con lo que realmente necesitamos y empezar a elegir qué es lo que vamos a hacer.

El objetivo final cuando nos encontramos ante una autoexigencia desadaptativa es reeducar nuestra voz autoexigente y convertirla en un buen líder interior, a través del cambio de ese diálogo interno. De lo contrario, el ser tan estricto con uno mismo en diferentes áreas de nuestra vida se ha relacionado con la aparición de ansiedad elevada.

Lo que se busca desde la psicología es que la persona consiga una autoexigencia equilibrada que le permita mejorar y conseguir sus objetivos sin que se ponga en juego su salud física y mental en el camino.

Andrea Adrover Gomez

psicóloga general sanitaria

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