EL TRASTORNO DEL ESPECTRO AUTISTA

EL TRASTORNO DEL ESPECTRO AUTISTA

El trastorno del espectro autista forma parte de los trastornos generalizados del desarrollo. Su origen es neurobiológico y afecta al funcionamiento cerebral y a la configuración del sistema nervioso. No existe causa específica ni ningún único gen que sea vinculado directamente con este espectro, se trata de un resultado de diferentes mutaciones en interacción con el ambiente. Hay estudios que relacionan a más de 100 genes diferentes en interacción con factores ambientales que se encuentran relacionados con el desarrollo y evolución del autismo.

La prevalencia del espectro autista es de un 1% es decir, se presenta en una de cada cien personas en la población. En España hay más de 450.000 diagnósticos de TEA y más de 4.500 bebés con TEA nacen cada año.

Cuando pensamos en autismo, nos viene a la mente el estereotipo de una persona muy reservada, que no se relaciona y muy inteligente pero… ¿conocemos verdaderamente sus síntomas?

Es correcto que su característica más específica como es conocida es el déficit en la comunicación e interacción social lo que también se conoce como habilidades sociales, esto es, se presentan dificultades tanto en la expresión como en la compresión a la hora de interaccionar con los demás. Es frecuente que una persona con TEA no sea capaz de entender una broma, esto tiene relación con la dificultad en la compresión puesto que no se presenta la capacidad de entender un mensaje que se transmite de forma verbal aunque sean capaces de entender el significado de todas las palabras de una frase por separado pero no existe comprensión en su conjunto. De la misma forma ocurre con la capacidad de interpretación del lenguaje no verbal, las personas con un diagnóstico de TEA no son capaces leer señales no verbales como gestos, posturas corporales o expresiones faciales y por lo tanto no comprenden su significado. No es cierta la creencia de que no tengan empatía, sentimientos o emociones sino dificultad en el reconocimiento y expresión de estas.

La dificultad en la comprensión y expresión se encuentra ligada a las dificultades en las relaciones sociales. Es habitual que se presenten comportamientos inadecuados en diferentes contextos o situaciones sociales debido a la dificultad para adaptar el comportamiento como pueden ser acercamientos sociales a la hora de iniciar o reaccionar en interacciones con otras personas. Asimismo, las personas con TEA presentan dificultad a la hora de comprender reglas sociales no escritas, como puede ser devolver el saludo cuando te saludan o diferenciar este saludo cuando conoces a la otra persona o se trata de alguien desconocido.

A su vez, es frecuente que existan alteraciones en el procesamiento sensorial presentando dificultades para captar y responder a la información sensorial. Es habitual que las personas con TEA busquen o eviten algunas sensaciones y tengan más sensibilidad a la luz, al sonido o a otros sentidos lo que puede llegar a causar sobrecargas sensoriales o crisis.

Además es posible encontrar dificultades en las habilidades motoras, pudiendo parecer torpes y descoordinados en distintas actividades que incluyan una planificación motora como escribir o montar en bicicleta.

Los intereses son restringidos e intensos en las personas con TEA, es frecuente que haya obsesión por un tema y que todo gire en torno a ese tema. Estas obsesiones suelen estar relacionadas con temas de vehículos o animales. Un ejemplo de ello es la serie “Atípico”, donde se puede apreciar la inquietud que tiene el protagonista con los pingüinos.

Es común también la presencia de movimientos repetitivos como el balanceo o la repetición de sonidos y frases conocidos como comportamientos de autoestimulación.

En cuanto a la sospecha de presencia de este trastorno, es importante que se conozcan los signos de alarma puesto que, una detección temprana de éste posibilita una intervención con mayor eficacia. Algunos de estos signos de alarma pueden ser:

Antes de los doce meses: poco uso de la mirada dirigida a personas, ausencia de interés en juegos interactivos, ausencia de sonrisa social o falta de ansiedad ante personas extrañas.

Tras los doce meses: Ausencia de respuesta a su nombre, menor contacto ocular, no señalar, no mirar hacia donde otros señalan, ausencia de balbuceo social o de imitación espontánea.

Entre los dieciocho y veinticuatro meses: No señalar para pedir algo que quiere, dificultad en el seguimiento de la mirada del adulto, ausencia de seguimiento con la mirada donde otros señalan, falta de juego funcional con juguetes o presencia de maneras repetitivas de juego con objetos, falta de interés hacia otros niños, regresión en el lenguaje o ausencia de respuesta cuando se le llama.

Es importante tener en cuenta que aunque el TEA no tiene cura, el diagnóstico precoz y empezar a trabajar en edades tempranas es fundamental para que las familias tengan herramientas y las personas con TEA puedan llevar a cabo una vida satisfactoria mediante el entrenamiento en HHSS, terapia del habla y lenguaje.

En Promente podemos ofrecerte herramientas y psicoeducación que te ayudará a entender mejor el TEA.

Rocio Olmos_Psicóloga en PROMENTE| psicólogos